Tesis acerca de la constitución de la vanguardia revolucionaria


I

La gran derrota del comunismo a finales del siglo XX ha supuesto durante décadas el dominio férreo de la idea acerca de la imposibilidad de un orden social distinto u alternativo al capitalismo. El orden capitalista, como orden triunfante, fin de la historia, no es solamente irrebasable, es ante todo infinito e inagotable, la única forma de ser propia de la humanidad. La victoria capitalista plena supuso un reordenamiento político total, reforzando en el centro imperialista a las democracias liberales parlamentarias al mismo tiempo que se establecían como modelo a seguir en todo el mundo.

Para la izquierda la derrota del comunismo supuso no sólo el desarme político del proletariado, sino la renovación de la vieja socialdemocracia acorde al nuevo marco: si la revolución ha fracasado, si el comunismo se ha demostrado como una orgía de terror y sangre, también el ideal socialdemócrata de la larga marcha al socialismo a través de la reforma queda caduco. Ante el paradigma de la irrebasabilidad del capitalismo la socialdemocracia encuentra su razón de ser no ya en la conquista del socialismo a través de la larga marcha pacífica ­—la acumulación cuantitativa de reformas— sino en el asegurar su espacio en la gestión del capitalismo insuperable.

En 2008, una nueva crisis económica quebró totalmente esta imagen de un capitalismo pletórico e invencible. Apenas recuperados de este golpe, la crisis de la COVID-19 de 2020 volvió a sacudir el globo, confirmando nuevamente que la era del bienestar ha pasado. Nuevas generaciones han crecido sin conocer un escenario vital ajeno a la crisis económica; el paro masivo, los bajos salarios, la inflación, la depauperización social, la imposibilidad de acceso a la vivienda y la privatización de los servicios públicos que antaño fueron emblema de la sociedad del bienestar son algunos de los caracteres de nuestro presente, síntomas de un capitalismo en retroceso que solamente trae pobreza para muchos y enriquecimiento para pocos. De fondo, el telón de la crisis ecológica, un deterioro medioambiental que desangra el planeta y que nos acerca día tras día al horizonte de un futuro dominado por la guerra por la supervivencia o una extinción cada vez más plausible.

Ante esta encrucijada los comunistas debemos reconocer con honestidad la derrota del socialismo, nuestra situación de absoluta desintegración. El golpe recibido con la destrucción de los países socialistas durante el siglo pasado arrastró a los comunistas a la absoluta marginalidad política, abriendo una etapa histórica de receso que aún hoy seguimos padeciendo. La aceptación de esta amarga verdad, lejos de ser un llanto lastimero, es aquella que nos posibilita a enfrentar las necesidades reales del proletariado en nuestros tiempos, así como la necesidad de plantear una estrategia general orientada a la superación del estado de derrota.

El comunismo, entendido como movimiento ideológico-político del proletariado[1], se encuentra en una situación de descrédito total que es necesario reparar a través de un largo proceso de reconstitución. Un proceso que, sintetizando las aportaciones de los procesos revolucionarios del siglo XX nos rearme teórica y políticamente para la gigantesca tarea de desencadenar de nuevo la revolución proletaria y la victoria hacia el comunismo. El proceso de reconstitución nos impone el reconocer la derrota histórica, pero también nuestra inexperiencia como revolucionarios, como comunistas; la derrota del comunismo nos interpela a todos aquellos que planteamos la necesidad de la revolución, ordenándonos como primera tarea nuestra propia construcción como cuadros.

                                                                 II

El problema de la organización se encuentra íntimamente ligado a la pregunta por el surgimiento de la conciencia revolucionaria. Es un problema que retorna una y otra vez ante todos aquellos que se plantean la tarea de la organización política; cómo surge la conciencia revolucionaria entre el proletariado y se expande conquistando cada vez más capas de la clase obrera. En nuestro estado de derrota es fácil ensimismarse ante cualquier atisbo de rebelión, cualquier acción espontánea de las masas aparece espectacularmente como el inicio de la revolución, el hecho capaz de cambiarlo todo; pero el entusiasmo decae tan rápido en cuanto se ve el aflojar del movimiento espontáneo, su reincorporación en la cotidianeidad tranquila y mecánica de la vida burguesa. Esto lleva a muchos aspirantes a revolucionarios hacia el pesimismo y la desilusión, pues pese a todo el descontento larvado, pese a todas las huelgas y manifestaciones nunca estalla la anhelada revolución.

 Es por ello que el solucionar correctamente el problema del origen de la conciencia de clase constituye un momento fundamental en la conformación de la organización del proletariado. Una lección histórica del movimiento revolucionario, lección que se impone como ley, es la que señala que el proletariado no conquista su conciencia de clase y, por ende, su conciencia revolucionaria, en la inmediatez de su ser económico.

La potencialidad revolucionaria del proletariado radica en ser la clase explotada dentro del ser social capitalista, aquella sobre la cual recae la extracción de plusvalor y la revalorización de capital, pero esta potencialidad no se realiza como un automatismo en el simple permanecer de la relación económica. En su inmediatez económica los obreros se enfrentan a los patronos como sujetos particulares que demandan mejoras económicas para su ramo, sector u oficio; se unen en sindicatos, desencadenan protestas, huelgas y piquetes para arrancar así mejoras en sus condiciones laborales. Pero lo que constituye la finalidad de la lucha económica, esto es, la mejora de las condiciones de vida, constituye así mismo su límite; por mucho que el proletariado arranque mejoras estas no pueden ser más que momentáneas, incapaces de modificar la realidad de la explotación que subyace a la propia existencia del proletariado.

A su vez, la burguesía no actúa nunca como clase disgregada, contra la lucha de los obreros de un sector ella aplica toda la fuerza de su poder dominante, utiliza los resortes del Estado para acabar con la resistencia de los obreros, se refuerza en todas las ramas del trabajo para prevenir posibles altercados o incluso cede a las demandas de un sector para desbaratar y absorber, una vez sean aplicadas las concesiones, a la propia organización de los trabajadores. El sindicato es la herramienta de lucha para arrancar estas mejoras, pero es incapaz de responder ante la arremetida de la burguesía como clase en el poder.

El movimiento espontáneo como lucha de resistencia se configura como el punto de partida de la lucha de clases, en palabras de Lenin, la “forma embrionaria de lo consciente”[2]. Pero para que el proletariado conquiste su conciencia de clase, su independencia ideológica y política, debe elevarse sobre la lucha económica inmediata para comprender en su conjunto las leyes que rigen el ser social capitalista entendido como totalidad que va más allá de los aspectos gremiales. Es esta necesidad de comprender la totalidad social, el engarce entre la particularidad de la lucha gremial con las leyes generales del capitalismo, lo que fundamenta la profunda crítica del leninismo contra el economismo:

En realidad, se puede “elevar la actividad de la masa obrera” únicamente a condición de que no nos cincunscribamos a “la agitación política sobre el terreno económico”. Y una de las condiciones esenciales para esa extensión indispensable de la agitación política es organizar denuncias políticas que abarquen todos los terrenos […] la conciencia de la clase obrera no puede ser una verdadera conciencia política, si los obreros no están acostumbrados a hacerse eco de todos los casos de arbitrariedad y opresión, de violencias y abusos de toda especie […] la conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de clase si los obreros no aprenden, a base de hechos y acontecimientos políticos concretos y, además, necesariamente de actualidad, a observar a cada una de las otras clases sociales en todas las manifestaciones de la vida intelectual, moral y política de esas clases[3].

El economismo, al reducir al proletariado a la lucha por sus intereses gremiales, da la espalda a la misión histórica de educar al proletariado en la comprensión del ser social capitalista como momento ineludible de la revolución. No es por ello casual que el economismo haya sido, desde Bernstein hasta la socialdemocracia de nuestros tiempos, un pilar fundamental del reformismo frente al movimiento revolucionario; todos los lloros lastimeros de la socialdemocracia acerca del “qué hacer hasta que llegue la revolución”, “mientras algo habrá que hacer hoy”, “a alguien habrá que votar” son muestras claras de ese querer someter al proletariado a una inmediatez incapaz de establecer una estrategia revolucionaria que lo oriente en la lucha hacia el derrocamiento del capitalismo, artimañas que desintegran organizativamente al proletariado y lo entroncan en los cauces de la política burguesa.

El propio desarrollo del capitalismo ha abonado el terreno que permite que la mera lucha económica del proletariado se vuelva estéril en la tarea por emancipar a la clase en su conjunto. La conformación de la aristocracia obrera como estrato que liga al proletariado como clase con el conjunto de la sociedad burguesa debido a su posición social privilegiada es uno de los elementos fundamentales de esta sumisión, pero también la existencia de los aparatos de Estado (educación, sanidad, sindicalismo corporativo) que, siendo en parte conquistas de la propia clase a través de la lucha también la reproduce en tanto que fuerza de trabajo, ligándola a su vez con los intereses del Estado y la burguesía como clase dominante. La política economista de la socialdemocracia de nuestro siglo fundamenta su política precisamente en el ligar al proletariado con el conjunto de la sociedad burguesa no tanto en la conquista de nuevos derechos y reformas económicas ventajosas, sino en este disfrazar los aparatos de Estado como instituciones públicas propias del pueblo y en la lucha por potenciar su lado social y redistributivo frente a su faceta de reproducción de la dominación de clase burguesa[4].

Para que el proletariado supere su estado de inmediatez económica y acceda a la comprensión de la totalidad social capitalista es necesario su fusión con el comunismo como teoría revolucionaria[5]. La noción leninista de consciencia desde afuera fundamenta este principio: para enfrentar la lucha revolucionaria contra el capitalismo, para comprender sus leyes internas y posibilitar el conocimiento al proletariado de su propio papel revolucionario se necesita un conocimiento más amplio que aquel que se desarrolla en la lucha económica; un conocimiento que solamente puede ser elaborado fuera —que no en oposición— de la lucha económica[6].

Este conocimiento actúa en una doble vía: ordena y sintetiza las enseñanzas adquiridas en el proceso de lucha del proletariado, pero también incorpora aquellos conocimientos progresivos generados por la propia burguesía, parte de estos y, a través de su crítica, realiza su superación. Estas dos vías fundamentan la ideología proletaria, el marxismo-leninismo, como ideología a su vez científica y revolucionaria orientada hacia la transformación del mundo; es su introducción en el seno del movimiento obrero la que, junto a la lucha de la propia clase obrera, conforman su conciencia, conciencia que se expande conquistando y elevando progresivamente a los sectores más atrasados de la clase.

III

La clarificación de la contradicción entre espontaneidad y conciencia abre el problema acerca de quién es el sujeto que introduce la ideología revolucionaria en el seno del movimiento obrero. Si el proletariado debe ser educado en el marxismo-leninismo como ideología revolucionaria para así poder enfrentar su histórica tarea de derrocar el capitalismo es necesario mostrar quién es el educador, cómo ha surgido y cómo ha ocupado dicho lugar; en otras palabras, cómo se forma el núcleo revolucionario del proletariado, su vanguardia.

El desnivel ideológico y social en el seno del proletariado mismo indica cómo se configura la vanguardia como educadora y dirigente de la clase en su conjunto. La conformación de la aristocracia obrera como estrato de clase vinculado a los intereses de la burguesía por su situación social privilegiada con respecto al conjunto del proletariado crea una situación de segmentación que influye directamente sobre la capacidad política del proletariado mismo, emergiendo la contradicción entre los intereses inmediatos de ciertos estratos obreros y el interés general del proletariado como clase que busca su emancipación.

Este desnivel incide más en la imposibilidad de un desarrollo meramente mecánico de la conciencia de clase del proletariado, mostrando los hilos invisibles por los cuales la burguesía somete a la clase obrera a su dominio. Es por ello que un creciente aburguesamiento de la clase obrera la organización de los elementos más conscientes del proletariado, su conformación en tanto que vanguardia, constituye un punto ineludible en la conquista de la independencia ideológica y política del proletariado; son estos obreros, aquellos que encabezan la conciencia de clase, los que deben luchar por elevar a los sectores más rezagados del proletariado y arrancarlos de los mil hilos que los ligan al dominio del poder burgués.

Es por ello que la vanguardia solamente puede estar formada por los obreros de avanzada, aquellos que más se comprometen en la lucha obrera y que son los más activos en todas sus manifestaciones. Al calor de la ideología revolucionaria, estos obreros de avanzada se plantean los problemas acuciantes de la revolución: la necesidad de educarse como cuadros militantes, de constituir la organización revolucionaria y de conquistar ideológicamente al grueso del proletariado. A través de su lucha, lucha que se establece como estrategia revolucionaria del proletariado, los obreros de avanzada se constituyen como la vanguardia que impulsa al resto de la clase y que eleva en el proceso a ésta a su mismo nivel de conciencia y praxis.

No debe confundirse a la vanguardia revolucionaria con un grupo blanquista que piensa en la revolución como un acto conspiratorio ideado desde su posición de minoría, tampoco un grupo de intelectuales que en cuanto a élite dirige de manera externa al proletariado. La vanguardia es una posición conquistada a través de la lucha realizada por estos obreros de avanzada, su referencialidad con respecto al resto de la clase surge en el seno mismo de la lucha[7]. Este actuar como vanguardia ya fue definido con total claridad por Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista, el primer programa del comunismo revolucionario:

Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes de todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía representan siempre los intereses el movimiento en su conjunto. Prácticamente, los comunistas son, pues, el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa hacia adelante a los demás; teóricamente tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario[8].

La constitución de la vanguardia es el proceso por el cual el proletariado que se dota a sí mismo de dirigentes, de cuadros dedicados vitalmente a la realización de la revolución. Este aspecto es uno de los caracteres fundamentales que hicieron del leninismo un salto cualitativo en lo respectivo a la ideología revolucionaria, el saber que la revolución demanda mucho más que intenciones y descontentos, demanda ante todo de cuadros revolucionarios organizados conscientes de su tarea histórica[9]. Si la vanguardia es el sector que impulsa adelante al conjunto de la clase en su lucha revolucionaria su función no puede ser simplemente la de un delegado sindical limitado a lo que sucede en el puesto de trabajo, más bien todo militante de vanguardia deberá actuar como tribuno popular capaz de hacerse eco de toda muestra de opresión, de hilar la situación cotidiana de los trabajadores con el conjunto de las contradicciones de la sociedad burguesa estableciendo las mediaciones que posibilitan al proletariado el acceder al marxismo-leninismo como ideología revolucionaria y reconocerse como clase explotada.

Por tanto, el primer paso que deben hacer frente aquellos obreros de avanzada que se preguntan por los problemas estratégicos de la revolución es el reconocer que sin construcción de vanguardia, sin el forjarse como cuadros a través de la organización no puede existir revolución alguna, de ahí la inutilidad del llanto lastimero de aquellos que se quejan porque no se vislumbra a la vista horizonte revolucionario pero que al mismo tiempo son incapaces de exigirse a ellos mismos el esfuerzo que conlleva el devenir como tribunos populares, como comunistas.

Como hemos señalado con anterioridad, el entender la importancia de la construcción de la vanguardia no nos debe llevar al error del blanquismo, el creer que es la vanguardia quien se constituye únicamente como sujeto revolucionario. El sujeto revolucionario no es la vanguardia sola, sino el proletariado en tanto clase para sí, es decir, clase que ha adquirido la conciencia de su misión histórica, conquistando su independencia ideológica y política con respecto a las otras clases. La acción espontánea de las masas abre grietas que interrumpen el devenir cotidiano del capitalismo; la acción de la vanguardia como núcleo de los revolucionarios más conscientes hace de estas grietas espacios de lucha que permanecen incluso cuando el estallido espontáneo decae, los configura como espacios de nuevo poder que se enfrenta al poder burgués y su encarnación en el Estado. La dialéctica vanguardia-masas mueve al proletariado como clase en pugna por su demarcación ideológica y política, es la unidad de ambos polos, su fusión, la que configura el instrumento superior de la lucha de clases revolucionaria: el Partido Comunista.

IV

El constituir la vanguardia como núcleo revolucionario, puntal visible de la conciencia de clase del proletariado, es la primera tarea a realizar por los obreros de avanzada que se plantean los problemas de la revolución. Para ello es necesario la planificación de una estrategia general cuyo objetivo sea la constitución de dicha vanguardia revolucionaria capaz de reconstituir el Partido Comunista como órgano superior del proletariado.

La estrategia marxista-leninista “determina el camino general, la orientación general por la que debe encauzarse el movimiento revolucionario del proletariado”[10]. La estrategia es la encauzadora de todo el movimiento hacia un objetivo histórico concreto a cumplir, posee un carácter prolongado que solamente cambia cuando se ha alcanzado el objetivo propuesto o ante una rectificación impuesta por un suceso decisivo. En este presente de derrota del comunismo el objetivo estratégico a cumplir hoy es la constitución de la vanguardia revolucionaria, punto ineludible para la reconstitución del Partido Comunista. La constitución de la vanguardia revolucionaria es un proceso lento, en donde los obreros de avanzada se organizan para convertirse en verdaderos cuadros comunistas capaces de llevar hacia adelante la lucha del proletariado. Esta constitución en vanguardia revolucionaria necesita de un largo aprendizaje ideológico y práctico, un aprendizaje que marca las tareas a realizar. A grandes rasgos, las tareas más acuciantes de nuestro presente pueden dividirse en dos grandes frentes:

Tareas ideológicas:

  • Reevaluar críticamente las experiencias revolucionarias del siglo XX, especialmente las cuatro grandes experiencias de construcción del socialismo: Unión Soviética, China, Albania y Cuba. Sintetizar aquellos aspectos que constituyen un avance y un nuevo punto de partida universal para el proletariado, así como esclarecer sus límites y errores que posibilitaron la derrota del socialismo y la retirada del movimiento revolucionario mundial. Estudiar los procesos revolucionarios del presente tales como las guerras populares en Filipinas e India como muestras de la actualidad de la revolución proletaria y palancas de la revolución proletaria mundial.
  • Elevar teóricamente el marxismo-leninismo acorde a las necesidades de las particularidades de nuestro presente. Renovar el materialismo histórico-dialéctico como cosmovisión y método de conocimiento orientado a la transformación revolucionaria del mundo.
  • Construir teoría revolucionaria capaz de responder a las necesidades de la práctica política. En el presente estadio la teoría debe satisfacer las necesidades de la estrategia orientada a la constitución de la vanguardia revolucionaria: hacer frente al problema de la organización del proletariado y la reconstitución del Partido Comunista. También se hace necesario un análisis exhaustivo del funcionamiento del capitalismo contemporáneo, particularmente del capitalismo español como marco de lucha de nuestra organización, así como la elaboración de una línea comunista acerca de las grandes problemáticas de nuestro presente (movimiento LGTB, feminismo, proceso de fascistización, etc).

Tareas políticas:

  • Llevar adelante la lucha ideológica que permite conquistar a la mayoría de los obreros de avanzada, tanto a aquellos que permanecen desorganizados como a los que honradamente trabajan en las filas de otros destacamentos comunistas. El principal objetivo es lograr la referencialidad ideológica y política, esto es, configurarnos como el destacamento de vanguardia capaz de integrar a través de dicha lucha ideológica al resto de destacamentos que trabajan orientados a objetivos similares a los nuestros.
  • Llevar adelante la lucha ideológica en dos frentes, principalmente contra el ala derechista que ante el estadio actual de derrota ha asumido posiciones reaccionarias —chovinismo, xenofobia, lgtbifobia— y que contribuyen al proceso de fascistización. En contrapartida, enfrentar los dogmas socialdemócratas que impiden la organización independiente del proletariado y que subsumen a éste a los engranajes de la política burguesa. Por último, luchar a su vez contra el izquierdismo que liquida la herencia revolucionaria del proletariado usando como disfraz las manidas consignas del “marxismo creativo”, “marxismo abierto”.
  • Construir las mediaciones políticas y organizativas que permitan la vinculación con las amplias masas del proletariado. Este objetivo es el gran objetivo a cumplir en todo el proceso, aquel que demuestra que la línea estratégica ha sido correcta y que por tanto se ha logrado la construcción de una vanguardia revolucionaria que es tal por su capacidad de liderar al proletariado como clase revolucionaria.

Sabemos que nuestro camino es largo y arduo, que otros muchos fracasaron antes que nosotros y que es muy probable que nosotros fracasemos también. Nuestro afán es recoger el legado de todos los revolucionarios comunistas que nos precedieron y continuarlo a través de la lucha, el trabajo y la humildad. Hoy más que nunca se impone una tarea gigantesca, la de salvar la abismal grieta que ha supuesto la derrota mundial del socialismo y con ello, el volver a desencadenar la revolución proletaria mundial que sea capaz de arrasar con los cimientos de la sociedad burguesa. Estas tesis son una muestra de la voluntad que poseen un pequeño grupo de comunistas de contribuir a la larga lucha del proletariado hacia su emancipación. Será el tiempo y la propia práctica quien nos confirme la justeza de nuestra posición, o quien nos arroje definitivamente al basurero de la historia.

¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNIOS!

PROLETARIAT


[1] No hacemos aquí referencia al marxismo entendido en el sentido general propio de la politología burguesa, es decir, como las corrientes identificadas con la obra de Marx y sus seguidores sin distinción cuales sea. Para nosotros nos es indiferente un renacimiento del marxismo en las universidades, es decir, de un marxismo legal incapaz de penetrar en el proletariado por su incrustación dentro del entramado de producción intelectual burguesa.

[2] Lenin, “¿Qué Hacer” en Obras Escogidas I (Moscú: Progreso, 1961), p. 141.

[3] Ibid, 175.

[4] Sabemos que un análisis marxista de los aparatos de Estado y la lucha económica en nuestros días es más complejo que estas líneas, pero es precisamente esa complejidad la que rebasa el objetivo del presente texto. Por ello dejamos para un futuro el desarrollo elaborado de esta cuestión fundamental para comprender el capitalismo en los países del centro imperialista.

[5] El marxismo-leninismo ha sido el último estadio de desarrollo de la teoría revolucionaria comunista; recoger su legado, conocer sus enseñanzas, sintetizar sus logros y superar sus limitaciones es una de las tareas que se nos presentan a los comunistas del siglo XXI en el plano del desarrollo de la teoría como ideología revolucionaria.

[6] Realizamos dicho matiz porque el marxismo-leninismo como teoría revolucionaria del proletariado no se construyó nunca aislado del movimiento obrero, como una teoría pura elaborada por intelectuales que luego descienden al barrizal de la lucha popular. Marx y Engels, tras abandonar sus posiciones ideológicas burguesas acordes a su situación de clase sólo pudieron desarrollar el materialismo histórico-dialéctico y la crítica de la economía política en conexión con su militancia en el incipiente movimiento comunista, así como en pugna con las corrientes utópicas que buscaban hegemonizarse en el seno del movimiento obrero. Igual sucede con la formulación del leninismo como nuevo estadio del marxismo, el cual es elaborado primero en lucha contra el populismo ruso y, posteriormente, contra el economismo/reformismo en el seno del movimiento comunista internacional. Los portadores de la teoría revolucionaria no son nunca intelectuales “puros” que plantean problemas teóricos separados del movimiento obrero, sino intelectuales revolucionarios que elaboran la teoría revolucionaria que permite el desarrollo y la superación de los problemas que la práctica demanda en cada momento.

[7] “No basta con titularse vanguardia, destacamento avanzado: es preciso también obrar de suerte que todos los demás destacamentos vean y estén obligados a reconocer que marchamos a la cabeza”. Lenin, op. cit., p. 187.

[8] Karl Marx y Friedrich Engels, “Manifiesto del Partido Comunista” en Obras Escogidas I, (Madrid: Akal, 1975) pp 34-35.

[9] “El plan bolchevique de organización hace surgir de la masa más o menos caótica de la generalidad de la clase un grupo de revolucionarios conscientes del objeto de su lucha y dispuestos a cualquier sacrificio” Georg Lukács, “Lenin: la coherencia de su pensamiento” en Lukács sobre Lenin 1924 – 1970, (Barcelona, Grijalbo, 1974) p. 36.

[10] J.Stalin, “Estrategia y táctica política de los comunistas rusos” en Obras tomo V, (Madrid: Ediciones Vanguardia Obrera, 1984), p. 66.