La afirmación leninista de que sin teoría revolucionaria no puede existir práctica revolucionaria nos muestra con absoluta claridad que para los comunistas las disquisiciones teóricas no constituyen un mero entretenimiento, ni un divagar en especulaciones transmundanas. La unidad de lo teórico y lo práctico señala que para el proletariado el conocimiento (teoría) es indispensable en su lucha política (práctica), que la revolución no emerge de manera espontánea, sino que es un acto consciente por el cual una clase derroca a otra. Este aspecto, la ligazón de la teoría con la práctica revolucionaria, adquiere una importancia fundamental que separa el posicionamiento del comunista con respecto al modo de actuación propio del intelectual burgués, el cual ve en el marxismo un mero de objeto de estudio más, una recopilación de ideas más o menos interesantes que pueden ser o no utilizadas según conveniencia. El intelectual burgués, que accede al marxismo principalmente desde los aparatos educativos institucionalmente establecidos (escuela-universidad) se enfrenta al marxismo como una teoría más entre otras, y es este enfoque meramente teorético lo que le vincula esencialmente al marxismo. Por eso incluso los intelectuales burgueses que más honestamente se acercan al marxismo no pueden evitar el convertir a éste en un mero objeto de estudio sometido a la especialización propia de los aparatos de producción intelectual burgueses, el marxismo para él es una especialización académica, indistinguible de cualquier otro campo de estudio. Aquel intelectual burgués que busca asimilar verdaderamente el marxismo en tanto que núcleo científico del comunismo revolucionario sólo puede hacerlo a costa de destruir su ser, es decir, de transformarse de intelectual burgués en comunista y con ello entender el marxismo no como teoría crítica, sino como cosmovisión revolucionaria del proletariado.
La diferencia en la recepción del marxismo por parte del proletario y del burgués muestra la importancia del elemento clasista en la creación, asimilación y proyección del conocimiento[1]. El proletario accede al marxismo dirigido por su situación objetiva como explotado, como miembro perteneciente a la clase dominada. Este acceso al marxismo no es por supuesto un acto inmediato, pues precisamente por su posición como dominado la conciencia del proletario se encuentra subsumida completamente a la hegemonía de la ideología burguesa, pero su situación como miembro a la clase explotada otorga al proletario cierto instinto de clase, un instinto espontáneo y ciertamente vacilante pero no por ello menos real. Una vez que entra en contacto con el marxismo, dicho instinto de clase facilita al proletario el ascenso hacia la consciencia de clase revolucionaria, y esta es una diferencia esencial que separa la recepción del marxismo por parte del intelectual burgués de la del proletario, pues el proletario no ve ya en el marxismo una mera teoría más dispuesta al lado de otras opciones analíticas, sino que ve en los problemas tratados desde el marxismo los problemas de su propia existencia; el proletario encuentra en el marxismo una explicación al por qué de sus condiciones de vida, de su ser explotado, su propia existencia. Esta diferencia explica el por qué muchos intelectuales provenientes de la burguesía que se adhieren al comunismo rápidamente en momentos de crisis abandonan el marxismo o lo sustituyen ante la ideología de moda pese a toda su preparación intelectual, mientras que la historia del movimiento obrero está llena de proletarios que, pese a su acceder precario al marxismo —muchas veces en una versión vulgarizada y e incluso bastardizada— han permanecido inasequibles e inamovibles en el bando de la revolución.
Para el proletariado la teoría revolucionaria no es un mero objeto de estudio más, sino que es el corazón, la médula racional de su conciencia como clase; siendo al mismo tiempo esta teoría producto de la madurez histórica de la propia clase como sujeto. El marxismo no es una teoría nacida de la especulación genial de un intelectual, sino producto histórico del ascenso social del proletariado. Fue a través de la ruptura con el movimiento de la burguesía progresista alemana y el acercamiento al movimiento obrero francés lo que permitió a Marx y a Engels esbozar los primeros lineamientos de la nueva teoría revolucionaria del proletariado. Fue el desenvolvimiento revolucionario real de una clase social naciente, su militancia en el embrionario movimiento comunista lo que permitió a Marx y a Engels romper definitivamente con el democratismo radical, integrarse en el movimiento proletario y desarrollar la nueva teoría revolucionaria en ligazón a las necesidades políticas de la clase. En Lenin también nos encontramos con esta ligazón del conocimiento con la práctica revolucionaria y sus tareas. El joven Lenin trató profusamente el análisis del capitalismo ruso como necesidad no sólo teorética del naciente movimiento revolucionario, sino que ante todo era una tarea partidista que respondía a la obligación de enfrentar las concepciones antimarxistas de los populistas rusos que negaban el desarrollo del capitalismo en la Rusia zarista y que con ello impedían la organización política del proletariado. Comprender la particularidad de la estructura económica rusa con el fin de conocer el terreno que se está pisando, enfrentar las líneas erróneas que orientaban al proletariado a una lucha estéril o que negaban su papel revolucionario y establecer un plan organizativo adecuado capaz de superar la estrechez organizativa con el fin de constituir con ello un gran partido comunista eran los objetivos de la lucha teórica del joven Lenin.
La ligazón del conocimiento con la práctica revolucionaria forma parte de la esencia del marxismo. El marxismo, como estadio científico del comunismo, establece nuevos nexos entre el proletariado como clase social y el conocimiento; antes del surgir del marxismo el comunismo se enfrentaba al dominio burgués de manera instintiva, sentimental; los males de la sociedad podían remediarse convenciendo al buen burgués de la necesidad de compartir sus beneficios; se imaginaban nuevos sistemas que bastaban con ser implantados desde fuera de la sociedad para que, confiando en su eficacia, se generalizasen y sustituyesen el dominio capitalista o, simplemente se confiaba en el cumplimiento del viejo lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad bordado con sangre en las banderas de la Revolución Francesa. El marxismo no podía dejar de ser deudor de estas doctrinas socialistas y comunistas infantiles, pero tampoco podía constituirse como una mera continuación de éstas. La novedad radical del marxismo radica en que éste se constituye como un salto cualitativo: deja de lado la mera imaginación y señala que sólo el recto conocimiento de las estructuras y leyes del capital en su desenvolvimiento real puede dotar al proletariado de una teoría revolucionaria capaz de aglutinarlo en la lucha por su emancipación; que el comunismo no es ningún estado ideal nacido de la cabeza del genio humano, sino que éste emerge de las propias contradicciones de las relaciones de producción capitalistas, es «el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual»[2].
El conocimiento se sitúa para los comunistas no sólo como un problema científico de comprensión de la realidad, sino que esta comprensión de la realidad queda articulada como como un aspecto cardinal del proceso revolucionario en general. El conocimiento adquiere para el proletariado una doble función: en primer lugar, el conocimiento constituye un reflejo certero de la realidad objetiva capitalista, posee un carácter eminentemente científico. Permite acceder al proletariado al real funcionamiento de las estructuras y relaciones del modo de producción capitalista en tanto formación social en la que él se encuentra insertado y es partícipe. Este conocimiento de las estructuras del capital permite al proletariado no sólo entender éstas en tanto que realidad, sino que como ya hemos indicado, enseña al proletariado que él mismo forma parte de dichas estructuras y que es la clase social sobre cuyo trabajo se levanta la totalidad del modo de producción capitalista. A través de este conocimiento el proletariado no sólo conoce de manera objetiva las leyes internas que rigen el capital, sino que lleva a concepto su real posición social, su posición como clase dominada. Este llevar a concepto su explotación, su situación de clase, abre el segundo aspecto fundamental del conocimiento para el proletariado: al esclarecer su posición de clase en tanto que clase explotada el proletariado adquiere conciencia de sí y, por encima de todo, de la necesidad de organizarse políticamente con el fin de combatir dicha explotación. El proletariado conquista su conciencia de clase a través de este conocimiento, y este conocimiento conquista el estatus de teoría revolucionaria capaz de esclarecer la práctica del proletariado, la lucha por su emancipación. El conocimiento deja de ser mera teoría y deviene con ello en acción, práctica revolucionaria:
Al mostrar las verdaderas fuerzas motoras del acaecer histórico, y a consecuencia de la situación de clase del proletariado, el materialismo histórico se ha convertido en un instrumento de lucha. La tarea más importante del materialismo histórico consiste en juzgar exactamente el orden social capitalista, en revelar la esencia del orden social capitalista. Por eso el materialismo histórico se ha utilizado siempre, en la lucha de clases del proletariado, para atravesar con los fríos rayos de la ciencia los velos puestos por la burguesía en todos los casos en que intentó disimular y encubrir la situación de la lucha de clases, la situación real, aplicándole todo género de elementos ideológicos (…) Por eso la función más destacada del materialismo histórico no pudo consistir en el puro conocimiento científico, sino en el hecho de ser él mismo acción. El materialismo histórico no era un fin en sí mismo, sino que existía para que el proletariado pudiera poner en claro la situación, y para que pudiera actuar correctamente de acuerdo con los datos, claramente reconocidos, de su situación de clase[3].
Hemos citado con amplitud estas palabras de Lukács porque en ellas se condensa la esencia de la importancia práctica del conocimiento para el proletariado revolucionario. Al proletariado le va la vida en la obtención de un conocimiento recto, verdadero, pues solamente a través del conocimiento de la realidad objetiva capitalista puede comprenderse como clase explotada. Así el marxismo se constituye como método de conocimiento de la realidad objetiva cuyo reflejo recto permite reproducir conceptual y categorialmente las conexiones esenciales del capitalismo. Este conocimiento es , como ya hemos señalado, un conocimiento real, exacto, pero es un conocimiento que se encuentra ligado a la tarea política de organizar revolucionariamente al proletariado en lucha contra el dominio burgués, es un conocimiento científico que enfrenta las distintas formas distorsionadas de conciencia social que emergen del seno de la burguesía y que ayudan a ésta en la reproducción de su dominio y en la sujeción ideológica del proletariado[4]. Al acceder a este conocimiento el proletariado supera su conciencia inmediata en donde las relaciones de producción capitalistas aparecen como eternas, naturales e inamovibles, descubre que éstas son el resultado de una forma de organización social concreta que posee sus límites históricos y que por ende es posible su superación. El proletariado pasa a adquirir conciencia de sí como clase social, como producto del ser social capitalista pero también como ente activo y creador, pues sobre su trabajo se cimienta este orden social; el conocimiento del modo de producción capitalista lleva al proletariado a comprenderse a sí mismo como clase explotada, ayuda a cimentar su conciencia revolucionaria y a entender que el capitalismo no es algo dado, sino la última forma de las sociedades de clase y que en sus manos se encuentra la posibilidad de acabar con este orden.
Es importante incidir en ese doble carácter del conocimiento con respecto al proletariado porque en él radica la diferencia fundamental con respecto al papel que ejerce la ciencia en el seno del orden burgués. Hemos señalado que el conocimiento que el proletariado produce es un conocimiento real, que refleja conceptualmente los nexos, estructuras y el movimiento de la formación social capitalista como ésta es con independencia de la conciencia del proletario. La importancia, y con ello el punto de separación que diferencia al proletariado y a la burguesía en lo respectivo al conocimiento, radica aquí en que la propia posición de dominación del proletariado, su ser explotado, sitúa en una relación especial a la clase con respecto a los problemas de la producción de conocimiento científico y conocimiento de la realidad. Esta posición social propia permite acceder al proletariado a problemas que la burguesía intuye, pero que es incapaz de solucionar científicamente, pues son problemas que se relacionan de manera esencial con su carácter de dominio. La burguesía en su época ascensional hizo del conocimiento un arma frente a la ideología feudal, la razón ilustrada y la revolución científica removieron todas las fantasmagorías del Antiguo Régimen, desencantando el mundo para así producir una masiva apropiación y transformación de éste a través de la industria capitalista. Los grandes historiadores burgueses llevaron por primera vez a concepto la ley general de la lucha de clases como motor del desarrollo social, ley que la historia escribió con letras de sangre durante la Gran Revolución Francesa. No hay clase que vinculase de manera más íntima la ciencia con los problemas de la realidad social, Marx y Engels recogen en el propio Manifiesto Comunista el carácter transformador, prometeico, de la burguesía en su época de ascenso. El gran giro se produce cuando, una vez cimentado y asegurado su poder, la burguesía comienza a vislumbrar como de las mismas entrañas de su dominio emerge lentamente un nuevo sujeto cuya afirmación propia es la negación directa de su orden: el proletariado. El nacimiento del proletariado transforma la propia capacidad de la burguesía de comprender los problemas del ser social, pues estos nuevos problemas emergen del desarrollo de las contradicciones internas de la generalización del modo de producción capitalista y del propio dominio de la burguesía como clase. Enfrascado en la elaboración de la crítica de la economía política burguesa, Marx dará cuenta de este giro transformador de la ciencia en apologética intenciones dominio burgués, en la lucha de clases de la burguesía contra el proletariado no importa ya «de si tal teorema era o no verdadero, sino de si resultaba beneficioso o perjudicial, cómodo o molesto, de si infringía o no las ordenanzas de la policía. Los investigadores desinteresados fueron sustituidos por espadachines a sueldo y los estudios científicos imparciales dejaron el puesto a la conciencia turbia y a las perversas intenciones de la apologética»[5].
Por su posición de clase la burguesía es incapaz de comprender de manera profunda las contradicciones que emergen paulatinamente en el interior del modo de producción capitalista, contradicciones que señalan la entrada en crisis del mundo burgués. La disolución de la economía política clásica es muestra de la entrada en decadencia de la burguesía. Podemos servirnos de uno de los problemas básicos de la economía política, el problema de la determinación del valor del trabajo, para mostrar esta limitación de la propia situación de clase burguesa frente a los problemas científicos: atrapada en el nudo gordiano valor del trabajo o de los costes del trabajo la economía política clásica era incapaz de comprender que el verdadero problema no era éste, pues el obrero no vende su trabajo sino su fuerza de trabajo, un sencillo matiz descubierto por Marx y que no podía más que permanecer invisible a la burguesía porque tras él se esconde todo el mecanismo de explotación del proletariado. Acceder al conocimiento científico de este problema supone para la burguesía revelar las contradicciones de su dominio, los límites de éste y con ello dinamitar, aunque sea solamente cognoscitivamente, su posición de clase.
En esta nueva etapa la burguesía necesita de seguir desarrollando el conocimiento científico porque las necesidades del capital se encuentran ligadas al desenvolvimiento incesante de las fuerzas productivas, pero debe hacerlo a costa de capar el potencial transformador que el desarrollo científico, en su generalización, pudiera tener en el plano social. Nace así esa apologética de la que Marx habla, apologética que recubre todas las ciencias y orienta a éstas a un uso manipulativo de la realidad: el neopositivismo en filosofía, el marginalismo en economía o la sociología como ciencia especializada de una sociedad fetichísticamente comprendida. La deriva subjetivista de la ciencia económica, así como la expansión del irracionalismo en el resto de ciencias, son muestra cristalina de cómo la burguesía intenta escapar intelectualmente de las contradicciones que emergen de su propio dominio, búsquedas de soluciones que no alteren en absoluto su posición hegemónica como clase. Por el contrario, la situación de clase del proletariado facilita a éste el conocimiento de las nuevas contradicciones emergentes, contradicciones que como hemos visto interpelan a la clase y permiten a ésta un conocimiento acertado no sólo de la realidad social, sino de sí misma, de su ser explotado y con ello de su tarea histórica de emancipación. El proletariado hace del conocimiento científico un arma mediante el cual, reflejando correctamente la realidad, fortalece su nuevo poder. No sorprende por ello que el marxismo haya encajado desde sus primeros días los furibundos ataques los ideólogos burgueses, ya que la misma existencia del marxismo y su clara ligazón con los intereses del proletariado como clase explotada supone la afirmación clara del partidismo como fundamento del progreso social. La manipulación propia de la apologética burguesa hace del conocimiento científico un actor neutro, una descripción rígida de hechos que como hemos señalado permiten satisfacer las necesidades prácticas del desarrollo productivo sin interferir en las relaciones de dominio del orden burgués. Contrariamente el marxismo disuelve esa cosificación del conocimiento, no sólo busca reflejar la objetividad de los fenómenos, sino que lo hace siempre señalando la dirección hacia la que éstos señalan y su conexión con el todo que conforma la sociedad. El partidismo marxista rompe con el subjetivismo y el objetivismo, los dos polos sobre los cuales oscila la cultura burguesa contemporánea, y deshace la neutralidad de los hechos para mostrar el devenir de éstos, qué tendencias emergen de éstos y cómo se articulan dentro de la formación social capitalista en tanto totalidad.
El esclarecimiento de la ligazón orgánica del conocimiento con la práctica revolucionaria nos permite comprender con mayor profundidad y riqueza la fijación leninista por el papel de lo teórico en la conformación de la conciencia de clase. El proletariado no debe encerrarse en su práctica inmediata, en las estrecheces de su vida cotidiana, pues en ella solamente puede llegar a lo sumo a entender la necesidad de luchar por la mejora de sus condiciones inmediatas, pero no la comprensión real de su posición de clase, el porqué de su ser explotado. La teoría revolucionaria, el conocimiento, es la mediación que lleva al proletariado de la lucha económica a la lucha política[6], a constituirse como clase revolucionaria y con ello organizarse para la conquista de su emancipación. Es por ello que Lenin llama no a centrarse solamente en las condiciones inmediatas de la clase obrera, sino a interesarse por los problemas que se desarrollan a lo largo y ancho de la sociedad burguesa, hacerse eco de toda arbitrariedad, de toda muestra de opresión, comprender las relaciones entre las diversas clases sociales y los choques que emergen de ellos; en definitiva, no aislarse en la estrechez de los problemas económicos sino conquistar la comprensión de la totalidad social[7].
El reformismo limita al proletariado al enfrentar tal o cual problema inmediato, a mantenerse en la lucha económica y encauzar esta a su solución mediante pequeños cambios que no alteran en absoluto la fisionomía del orden burgués. Si el reformismo hace acopio del marxismo como teoría es para convertirlo en marxismo legal, marxismo de cátedra, colapso o engullimiento del aspecto práctico por el lado teórico. El afán de convertir el marxismo en una “teoría crítica” parte siempre de la confusión interesada de la unidad de la teoría y la práctica, del oscurecimiento de ésta por aquella. Esta subsunción del lado practico por el teórico tan comúnmente realizado por los marxistas académicos es herencia directa del idealismo, que iguala y confunde la reproducción cognoscitiva de la realidad con su creación y transformación. Las desviaciones teoreticistas del marxismo se anclan en este aspecto idealista, convirtiendo este como ya hemos señalado en un objeto de estudio ligado a los aparatos de producción intelectual burgueses bajo el pretexto de señalar que la crítica teórica es ya per se una práctica. En su crítica a los jóvenes hegelianos Marx y Engels ya señalaron esta inversión que consiste en el creer que la crítica de pensamiento es per se transformación de lo real:
Todas las formas y todos los productos de la conciencia no brotan por obra de la crítica espiritual, mediante la reducción a la “autoconciencia” o la transformación en “fantasmas”, “espectros”, “visiones”, etc, sino que sólo pueden disolverse por el derrocamiento práctico de las relaciones sociales reales, de que emanan estas quimeras idealistas; de que la fuerza propulsora de la historia, incluso de la religión, de la filosofía, y de toda teoría, no es la crítica, sino la revolución[8].
El verdadero poder de la teoría es su devenir en práctica, y es esta práctica el verdadero criterio de verdad de la teoría, práctica que en el plano político no puede ser más que la revolución. La práctica es el momento rector de la interrelación dialéctica, es esta la que impone a la teoría las demandas y problemas cuya resolución teorética correcta alumbra nuevamente la práctica, elevando a ésta a un nuevo nivel como práctica revolucionaria. Mientras que para la burguesía la verdad desvela su posición como clase dominante en crisis y su temporalidad efímera; para el proletariado sucede todo lo contrario, el conocimiento y la verdad trae consigo es su arma ideológica más fuerte, pues a cada paso en la comprensión real de la sociedad el proletariado adquiere conciencia de sí como clase explotada, vislumbra por vez primera aquellas cadenas que lo mantienen sometido al dominio burgués y siente en sus manos la posibilidad de liberación no sólo como clase, sino como humanidad completa.
[1]De la misma manera que la separación absoluta entre ciencia e ideología se trata de una desviación derechista, un error muy frecuente es la caída en la sociología vulgar, desviación de raíz típicamente izquierdista que niega el carácter objetivo de la cientificidad, la verdad y vincula de manera inmediata la ciencia con la clase. Cuando hablamos del hecho clasista en la creación del conocimiento no nos referimos en ningún caso al absurdo de hablar de una ciencia burguesa en contraposición a una ciencia proletaria.
[2]Carlos Marx y Federico Engels, La ideología alemana, Grijalbo, Barcelona, 1970, p. 37.
[3]Georg Lukács, El cambio funcional del materialismo histórico en Historia y Consciencia de Clase, Grijalbo, Barcelona, 1975, p.91.
[4]Nuestra concepción de ideología no puede ser reducida a falsa conciencia, pues la falsa consciencia es sólo uno de los aspectos que conforman la ideología como forma de conciencia social, pero no el único. La ideología es ante todo la forma de conciencia social en donde las distintas clases sociales y los individuos que las componen adquieren conciencia política y dirimen políticamente sus diferencias, aspecto que es resaltado por Marx en su prólogo a Contribución a la crítica de la economía política. Es por ello que la separación tajante entre ideología y ciencia (como por ejemplo realiza Althusser) es un grave error, pues no permite comprender cómo los conocimientos científicos pueden ser utilizados e integrados ideológicamente, tal y como ha pasado históricamente con la lucha progresiva realizada por el heliocentrismo contra la imagen teológica del mundo o la utilización reaccionaria de la biología darwinista que configuró el racismo como ideología justificadora de la expansión imperialista.
[5]Carlos Marx, El Capital vol. I, Fondo de Cultura Económica, 1973, México D.F., XIX.
[6]Por supuesto que esta mediación no es meramente teorética, cognoscitiva, sino que se encuentra encarnada organizativamente en la vanguardia revolucionaria, que introduce el comunismo en el seno del movimiento obrero y propicia esta fusión de la clase con la teoría revolucionaria.
[7]V.I.Lenin, Qué Hacer en Obras Escogidas vol I, Editorial Progreso, Moscú, 1961, p. 175.
[8]Marx y Engels, La ideología alemana, p.40.